Cuando Boston dominaba la NBA
“Cuando ganamos el primero, pensé que conseguiríamos seis o siete. Tal era el talento de este equipo...”

¿Alguien duda que si Escipión El Africano y Aníbal Barca no hubieran compartido época, hubieran sido indiscutiblemente los mejores generales de la edad Antigua? Es un hándicap para un prodigio compartir espacio con otro, pero, una delicia para los espectadores.
Y aquella gloriosa hornada verde creada por el mítico Red Auerbach en los despachos y K.C. Jones en el banquillo, compartió espacio vital con los temibles Lakers de Magic Johnson.
La historia es por todos, conocida. Con hábiles maniobras, el viejo zorro de Auerbach logró sacar a los míticos guerreros celtas de su letargo. Especialmente esclarecido estuvo cuando no le importó esperar un año más a un espigado muchacho rubio de Indiana, muy serio y algo apocado, pero que tenía dedos de pianista y puntería de killer. El sueño de un "Big Three" y de más puros de la victoria los conjuró trayendo en brillantes traspasos a Kevin McHale y Robert Parish.

Mientras, McHale era un fino estilista, un hombre al que Hubbie Brown declaró como virtualmente imparable y uno de los mejores de la Liga en su puesto. Y para colmo, estaba Bird, el menos brillante de los tres en físico, pero el más genial.
El Pájaro tenía ojos en la nuca y pese a ser el máximo referente anotador de su equipo, dejó asistencias para el recuerdo que aún hoy son esbozadas con la sana sonrisa de nostalgia por los asiduos del Boston Garden.
El resultado fue que los Celtics dejaron de ser una franquicia histórica en horas bajas y puestos de colista, para hacerse una escuadra amiga de más de 60 victorias por temporada y capaz de establecer el increíble récord de una única derrota en regular season durante la temporada 85/86. "Todo el mundo les daba crédito por ser un equipo duro e inteligente", afirma el mágico Johnson.
Para David Stern aquello fue una bendición, especialmente angelinos y bostonianos le permitieron a la Liga salir del relativo anonimato al que se encontraban abocados en la última década, para convertirse en una marca exportada a todo el mundo. Batallas agónicas contra los durísimos Pistons de Detroit, los increíbles Bucks de Don Nelson, los Sixers del Doctor J… El séptimo encuentro de las semifinales entre los Haws y los Celtics a finales de los 80 sigue siendo hoy celebrado como un duelo de pistoleros, donde la mística de Bird se puso a prueba por el volador Dominique Wilkins.

Ambicioso, prefirió ocupar un rol un poco más secundario a cambio de la competitividad. Bird, poco propicio a los halagos, afirmó que era el jugador más útil para los momentos de presión con el que había estado. Su agónica bandeja en el quinto partido contra Detroit y su canasta sobre la bocina en el Forum de los Lakers en el cuarto de las Finales de 1985, lo atestiguan.


Y es que como llegó a afirmar el mismísimo David Stern, aunque los célticos tuvieron que ceder sus cetros a equipos pujantes como los Bad Boys o el archi-enemigo Magic desde California, jamás cedieron su orgullo de campeones. En la victoria y en la derrota, siempre temidos y respetados, pues hasta que la espalda de Bird dijo Boston, el Garden asistió al vuelo de uno de los pájaros más bellos que se recuerden, más que bien secundado por una horda de jugadores de equipo que en cualquier otra franquicia hubieran sido estrellas.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo.
Colaborador de BaloncestoVida.
Un saludo.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo.
Colaborador de BaloncestoVida.
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