Era la primera jugada, el ataque inicial, Juan Carlos Navarro cruzó un pase picado perfecto entre los pívots griegos y él agarró la bola como otras personas cogerían una naranja. Aguantó perfectamente el intento de Lazaros Papadopoulos y culminó la posesión con un mate brutal a dos manos. El banquillo de los de Pepe Hernández brincaba, estaba demasiado cercano el recuerdo de la lesión de Pau Gasol. Felipe Reyes marcó la senda desde el primer instante de aquella Final de la Copa del Mundo de 2006.
Poster de la revista Gigantes del Basket. |
A lo largo de su trayectoria con el combinado absoluto, la carrera del pívot de origen cordobés solamente puede ser catalogada de brillante. Antoni Daimiel, insigne comentarista que tantas noches de gloria ha retransmitido para los amantes de la NBA, ya lo advertía durante los Juegos de Pekín a la hora de decidir qué es lo que le preguntaría al antiguo canterano del Estudiantes: “¿Dónde venden ese tirito de media distancia?”
Habrá quien diga que esta catarata de elogios para el blog siempre vienen a colación, tópica incluso, cuando uno habla de alguien que se retira. No, que ningún seguidor del Real Madrid de basket encienda las alarmas, “Espartaco” seguirá batiéndose en los tableros de la ACB y luchando en la Euroliga, una de las escasas competiciones que se resisten a su palmarés.
Pero no habrá más rebotes made in Felipe en la selección que actualmente comanda Sergio Scariolo. Salvo que se desdiga y haga caso a sus compañeros, la mítica final olímpica contra los todopoderosos Estados Unidos, ha sido el broche de oro, como lo fue hace cuatro años atrás para Carlos Jiménez (guerrero con el que libró muchas batallas conjuntamente), para un ciclo extraordinario, el de una generación dorada.
Felipe taponando un lanzamiento. |
De cualquier modo, hay que ir al origen para conocer la verdadera Historia y, aunque los más jóvenes recuerden a Reyes como simpático invitado en El Hormiguero, su carrera ha sido una sucesión de luchas, por lo civil o lo criminal, donde el físico propio y ajeno se ponían a prueba.
Ya lo demostró en El Estudiantes encarnándose con el bestial Kaspars Kambala. También era especialista en hacer explotar la paciencia de algunos, como le sucedió a Gabini, quien intentaba marcar su territorio en la zona con brutales faltas para frenarle en el Buesa Arena. Durante cuarenta minutos, el center no se caracterizaba por repartir golosinas, tampoco se quejaba de lo contrario.
Probablemente fuera la clave de su éxito. A veces, para quienes no compartían vestuario con él, era un dolor de muelas a evitar, el jugador rival al que agradeces que tu grada silbe cada vez que le pasan el balón. Sin embargo, precisamente por ello sus entrenadores le querían, sus compañeros se sentían protegidos y nunca se dijo que aquel Felipín era simplemente el hermano de un gran jugador, Alfonso Reyes.
Felipe con la equipación de la selección. |
Y así fue haciéndose un clásico de la ACB. Para el recuerdo quedarían siempre aquellos duelos con Luis Scola que alcanzaron su máxima expresión en la final liguera de 2005. El poste bajo se puso a prueba, el instinto de colocación y, por qué no decirlo, golpes, como la agresión del agresivo pívot argentino frente a su oponente. Fue una guerra subterránea de cinco durísimos partidos donde los dos terminaron de convencer a los ojeadores de la NBA, que al español ya le estaban rondando desde la Copa del Rey de 2003, donde El Estudiantes fue eliminado pero su joven promesa que hacía mates y se partía la cara con cualquiera, copaba las mejores jugadas.
Igual que le ocurrió a otro hijo queridísimo de la Demencia, Reyes hizo el recorrido de Fernando Martín, dejó a los colegiales donde lo había sido todo para marchar al Real Madrid, donde vivió momentos ambivalentes, incluso rumorologías de ser traspasado en verano, pero sin que nadie nunca pudiera dudar de su honestidad. Con el tiempo, se hizo un símbolo del madridismo, especialmente recordada su participación en la épica ACB de Joan Plaza, ganada en territorio de la eterna Némesis, el Palau blaugrana.
Felipe en el pabellón Vista Alegre de Córdoba. |
En todos los vestuarios, una voz a recordar, probablemente la próxima concentración de esa generación de malcriados que han sido aquellos niños de oro lisboetas, echará de menos esa presencia combativa. Andrés Montes, quizás el mejor hacedor de motes del habla hispana para las retransmisiones deportivas, no podía encontrar mejor comparación con los personajes de la Antigüedad Clásica: Espartaco.
Quizás el rojo de la selección fuera el denominador común, en el que todo buen aficionado al Joventut, al Pamesa, al Cajasol... podía disfrutar honestamente y sin rubor de Reyes y sus prestaciones.
No era tampoco precisamente el rol más fácil para él, en el Estudiantes había sido El Gran Hombre, si bien en el Madrid había más líderes, no dejaba de ser uno de los puntales. Con sus brillantísimos compañeros de generación, Reyes conoció una sensación atípica, la experiencia de la banca y ser muy, muy bueno, pero compartir espacio histórico con el que para muchos es el mejor interior de todos los tiempos del basket español, Pau Gasol.
Felipe con el uniforme del Real Madrid. |
Acostumbrado a ser uno de los monstruos estadísticos de la ACB, Felipe mostró que podía sacar petróleo de cada circunstancia. Únicamente Jorge Garbajosa podría disputarle esa economía tan rentable, la relación calidad precia del dorsal número 9.
Su evolución fue increíble, incluso sus detractores admitirán esa realidad innegable. Cuando comenzó, Reyes acostumbraba casi por sistema a errar uno de sus dos tiros libres, casi como manía. Poco a poco, sus suspensiones iban mejorando, llegando incluso, con el paso de los años, a ser capaz de lanzar con garantías desde más allá del 6´25.
Su rol era el de un secundario de lujo de una gran súper-producción. Nadie hubiera hablado de sus molestias de espalda, viéndole brinca y agarrar rebotes de dibujos animados en una mítica semifinal contra la Lietuva de Sarunas Jasikevicius. Sus mejoras en prestaciones defensivas lo convirtieron en un jugador aún más completo y en constante evolución, uno de ésos que cada verano incorporaba un nuevo truco más al arsenal, negándose a dar su brazo a torcer.
Felipe alzando el trofeo de campeones de Europa. |
“Le estaré eternamente agradecido a Navarro”- Felipe Reyes, hablando de la decisión de “La Bomba” de que él alzase el trofeo de campeones de Europa tras un verano muy complicado en lo personal.
Sin duda, si la última danza fue haciéndole caricias a unos tales Lebron James, Chandler y compañía, no se trataba, como diría Phil Jackson, una mala manera de terminar un bonito baile. Tampoco los pragmáticos pondrían muchas pegas a esta decisión lógica.
Dos Europeos, un Mundial, muchas platas, algunas bañadas en lágrimas por lo cerca del éxito final...
Pese a ello, desde este blog, únicamente podemos pedir por favor, que Espartaco haga caso a la conjura que se está gestando en su vestuario, que se resume en una máxima premisa…
Come on Felipe, one or two summers more.
O por lo menos, eso le diremos hasta que pasen y entonces diremos que no hay dos sin tres… Como con Carlos Jiménez, nunca es buen momento para despedir a un gladiador bajo tableros de una de las mejores canteras del basket nacional.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo para BaloncestoVida.
Un saludo.
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2 comentarios:
Gracias Marcos, es una entrada excelente!
Ídolo más fresco
ja, ja, ja,
Siempre apoyaremos! !
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