miércoles, 27 de julio de 2011

La canción de Bernard King

El Rey de la Gran Manzana

Bernard King con su corona

Fue una época no soñada donde un solista hizo creer a la histórica franquicia de los New York Knicks que volverían los días felices. Las imágenes permanecen en el recuerdo de los afortunados asistentes a un gimnasio de Detroit donde Isiah Thomas y el nuevo rey del Madison se retaron en un duelo donde la anotación y el talento se pusieron a prueba.
Pero era una leyenda que se intuía, desde aquel mágico año de 1976 donde fue por primera vez portada de una revista a nivel nacional. En compañía del espectacular escolta rumano Ernie Grunfeld, Bernard King mostraba una sonrisa autosuficiente y pícara, la misma que le llevaría a dar un campeonato a la universidad de Tennesse. Fueron un dueto mortal y atípico, una extraña pareja que daba a entender un futuro brillante de ambos al dar el salto a la profesionalidad.

Bernard KingNacido en Brooklyn, nunca fue un novato, tuvo la suerte de caer en una franquicia donde podía brillar mucho desde el primer día, un equipo que pronto fue rebautizado como los New Jersey Nets. Lo impactante no es que pasará con facilidad todos los partidos de 20 tantos, eran sus porcentajes de tiro, se trataba de un alero que no se había visto antes, un jugador de una plasticidad que hacía a algunos hablar de que al fin el Doctor J. había encontrado un digno heredero.

Pero ni siquiera los jóvenes cañoneros tienen garantizado nada en la jungla de la NBA, pese a deleitar a la grada, Bernard hizo las maletas a Golden State, para formar pareja con World B. Free. Era una pequeña bofetada al orgullo de un jugador que estaba acostumbrado a jugar en su tierra, pero superó todas las adaptaciones y confirmó las expectativas, dando varios periplos entre diversos conjuntos, captando la atención nuevamente de su gente, pero no ya de los emergentes Nets, sino de los míticos Knicks.

En 1982 se produjo un cambio de cromos histórico, el genial Michael Ray Richardson iría a los Warriors y King, como agente libre, sería la nueva atracción de la Gran Manzana. Isiah Thomas declaró que fueron los años más felices, aquellos donde nuestro protagonista fue el mejor alero en su puesto de la NBA, lo cual equivalía a decir que era el más completo del mundo. Sus paradas en seco y lanzamientos elevadísimos en parábola, su manera de saltar para machacar y su capacidad de penetrar pronto le convirtieron en el niño mimado de todos.

Bernard KingLo más insultante de Bernard era su aparente facilidad. Kevin McHale, quien siempre tuvo una relación fluida con su archi-rival Isiah Thomas, le advertía que ellos no permitirían que King les hiciera 44 tantos. Sin embargo, fue una serie durísima para los orgullosos verdes, tuvieron que exprimir su ventaja de campo en el séptimo y King pasó en dos ocasiones de los 40 puntos ante una de las mejores defensas de la historia de la Liga. H. Brown bromeaba al mirar la hoja de estadísticas, acordándose de su admirado McHale, a quien consideraba el mejor jugador de la Liga, "¿En serio? Creía que no era posible que lo hiciera…".

El mismísimo Larry Bird decía que era la clase de alero que aprovechaba todos los minutos en pista y que si algo le alegraba de aquella eliminatoria es que al fin dejaban atrás al peligrosísimo Bernard, que había elevado las prestaciones de su conjunto hasta poner contra la espada y la pared a los futuros campeones. Fue su año mágico sin duda, lo dio a entender cuando castigó a su ex equipo los Nets con 60 puntos el día de Navidad, o con su doble 50 (en San Antonio y Dallas). Pero lo que más se le apreciaba era el carisma, sus compañeros se deshacían en arrumacos ante aquella ametralladora, que un poco de refuerzo, marcaría una época en la NBA.

Bernard King en Sports IllustratedDe aquel idilio paso a un infierno el año siguiente en un simple partido contra Kansas donde tratando a defender una posesión rival (los locales iban uno arriba) intentó taponar una penetración adversaria. H. Brown se quedó perplejo, escuchó perfectamente como un general entre el estruendo de la batalla, que la rodilla de su crack, del jugador con más chispa que el arisco entrenador había conocido, estaba rota. Tuvo que hacer rehabilitación dos años y nada contaba con volver a verle.

El peor de los temores era su pasado. La prensa de una ciudad tan cosmopolita como New York lo adoraba, incluso tapaba algunos de sus escarceos con la bebida y las drogas en su juventud. ¿Volverían a traer las lesiones los fantasmas del pasado? De una forma increíble, King volvió al ruedo, aunque le llevó dos largos años, de forzar al límite la resistencia de su maltrecha rodilla. "Si alguien tiene en sus planes no verme en la cancha que lo olvide". Su grada se derritió al volver a verlo de corto, pero las directivas no entienden de sentimientos y sí de economía, no podían arriesgar el futuro de la escuadra en un físico como el suyo. King fue mandado a Washington, rompiéndosele el corazón y el de los aficionados.

Pero no se desmoronó como algún tópico romántico quiso hacernos pensar. Allí estaría mucho tiempo después un periodista privilegiado, Robert Scoop Jackson, quien se dirigió a aquellos días en los Bullets, donde Bernard volvió a ser una bala. Recuperó su rango de All-Star El pobre Robert esperó para ver el gran espectáculo, la gente aún recordaba cuando el novato le quitó focos haciendo más de 40 tantos, desluciendo el partidazo de Bernard. Los Chicago Bulls de MJ visitaban al rey, que se había perdido muchos partidos por una torcedura de tobillo.

Bernard King
Bernard estuvo inconmensurable, llevaba doce tantos en el primer cuarto y los aficionados esperaban otra exhibición de las suyas con más del 60% de acierto. Entonces llegó la torcedura de ligamentos y todo el mundo pensó que la sinfonía quedaba interrumpida. El propio Jackson, su mayor fan, no quería hacerse ilusiones. Y King se recompuso, mejor no saber cómo, pues en esa magia arcana se escondía su leyenda y su grandeza.

Bernard King
De hecho, el rey preparó su último tango. Domó, igual que había logrado recomponerse de sus antiguas adicciones, a aquella rodilla que no podía soportar tanto talento. En una rueda de prensa dejó claro que faltaba una cosa para completar su vuelta. ¿Otra exhibición en el Garden? ¿Un nuevo partido de las estrellas? ¿Volver a ser el máximo anotador? Pero sus miras iban a otro lado, era un 31 de enero de 1991 y los Bullets visitaban a los Knicks, donde su grada siguió aplaudiéndole pese a que ahora tenían otro ídolo llamado Patrick Ewing.

Thomas y Thelma King, sus orgullosos padres, estaban aquel día tan especial para su hijo, que pareció no escuchar al speaker al anunciarle ante el delirio de la grada. Estaba viejo y cansado, pero no podía irse aún. Hizo todo aquel encuentro, corrió a la contra para machacar como un chaval de 20 años, forzó visitas a la línea de personal y hasta se atrevió a soltar suspensiones delante de Ewing. Una vez más 49 puntos, porque antes de los Bryant, Arenas e Iverson estuvo él, un precursor, que además no tenía el recurso del tiro de tres puntos en su repertorio.

Por primera vez, parecía que una derrota sería muy bien celebrada por la sofisticada grada de la ciudad de Woody Allen. Se chocaban las manos ante el tiro de Bernard, mientras sonreían a sus padres. Finalmente el rey había completado su retirada. Siempre quedaría aquel recuerdo. Y aquella portada con una Corona y anillos que una rodilla pudo evitar...

Lo que jamás lograron aquellos músculos cansados fue quitarnos los recuerdos y su manera de elevar el juego.

Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo.
Colaborador de BaloncestoVida.

Un saludo.

3 comentarios:

Easmo dijo...

Grandes los artículos baloncestísticos del colega Marcos alias "El Viejo".

¿Llegó a poner este en su otro blog de basket, never shall me down, o este es nuevo? No lo recuerdo ahora mismo...

Rafael VR dijo...

No sé si lo llegó a subir, pero desde luego es grandísimo. El éxito del blog depende en gran parte de sus increíbles artículos y se lo agradezco.

Un abrazo

Fabricio dijo...

Excelente nota, felicitaciones.