Viendo ayer un partido de baloncesto, que enfrentaban al 1º y 2º de la Liga Municipal de Córdoba, me animé a escribir esta entrada sobre esos elementos a veces tan molestos, a veces tan injustos, a veces tan incomprendidos... Pero siempre, tan humanos.
Recuerdo que cuando jugaba en un equipo llamado Levante Basket, había un par de jugadores que protestaban todo. Pero cuando digo todo, es todo; unos pasos, unos dobles, una falta... Y claro el árbitro o árbitros acababan tan hasta la coronilla que al final del partido, alguno siempre se llevaba su falta técnica a casa.
Todo llegó a ser tan rutinario, que a los árbitros les advertían desde la federación; "A estos no les paséis ni una." Y cierto día, acabamos con 7 faltas técnicas y 1 falta antideportiva. Vergonzoso.
Yo puedo decir orgulloso que mi trato con los árbitros siempre ha sido magnífico, pues falta que me pitaban la viera clara o no, levantaba mi mano y en paz. Luego, si veía la ocasión me acercaba y le decía; ¿Y esa falta? Pero nada más. Así que, yo los respetaba y ellos me respetaban.
El destino quiso que yo entrenase ese equipo durante una temporada.
Mi primera premisa; No discutir ni una sola decisión del árbitro. Si se cree oportuno decirle algo, en todo caso sólo podría el capitán o yo (entrenador).
Al principio les costaba reprimirse, pero poco a poco, lo consiguieron, eso se notó a final de temporada. Los arbitrajes eran más benevolentes con nosotros. Lógico.
Yo les decía; vamos a ver, si alguno es capaz de sacar un dato histórico, sólo uno, de que un día alguien le discutió una decisión al árbitro, y éste, rectificó; Oh es verdad, me he equivocado. Mesa, retiro la falta que me he equivocado. Les dejaría quejarse todo lo que les diera la gana. Pero evidentemente como no podían... Todos a callar.
Esto tiene una explicación, aquí, en esta liga, sólo hay un árbitro y un mesa, y en Liga Provincial, dos árbitros y dos mesas, si estás 40 minutos discutiendo sus decisiones, es muy probable, que seas el blanco de su ira. No hay que olvidar que este tipo está pitando; intentando ser objetivo, aguantando una crítica tras otra, aguantando que alguien del público le de por decir; "¡Árbitro cabrón! ¡Hijo de pu**!", y una larguísima retahíla de improperios, que como comprenderéis, no sientan bien a nadie. De ahí que mandé a mis chicos "La ley del Silencio". Si alguien tiene que poner desquiciado al árbitro, que sea el equipo contrario, no el mío.
Mi balance con aquél equipo fue positivo; 6 victorias por 4 derrotas. Las derrotas no fueron ninguna por más de 5 puntos. No lo hice tan mal (jeje).
Pues bien, ayer, que me desvío del tema, me senté con la mesa de anotación a ver el partido, arbitraba quien para mi es una excelente y bellísima persona,
Javier Belmonte, lo puedo afirmar porque tengo la suerte de conocerlo fuera de las canchas de baloncesto. Pero es que, todavía es mejor árbitro, por esto, ayer cuando me fui pensaba; mañana escribo una entrada sobre los árbitros...
A los 7 minutos de partido, el marcador reflejaba un tristísimo 5 - 1 para el 2º clasificado. Era un partido muy correoso y ambos se tenían mucho respeto. Javier, llevaba el encuentro sin problemas. Pero... Su cara empezó a ser un poema a final del 2º cuarto. Dos decisiones que los jugadores no consideraban justas y un sólo árbitro para contener a veces quejas lógicas, a veces "chorradas", más veces de las que quisiéramos cosas fuera de tono...
Para mi el árbitraje fue magnífico, evidentemente con algún fallo, pero hay que tener en cuenta factores que nadie tiene en cuenta.
El 1º y más importante, uno de los equipos es de los más veteranos de la liga, tienen muchas tablas, y, mucha mala leche también. Porque se puede tener picardía, pero ya a desquiciar al personal... Después nos extrañamos de que en algún vídeo de baloncesto se forme una pelea, pero es que un equipo de estos, 40 minutos tocándote la moral... Desquicia a cualquiera.
Y el 2º y más evidente, ¡que está sólo! No es un Dios, es una persona normal y corriente que trata de hacerlo lo mejor posible, y tú, además, se lo pones más difícil.
Me sentía frustrado, ver como más de veinte personas machacaban al árbitro con incesantes quejas y exigencias, además, con malos modos claro. Cada tiempo muerto venía a la mesa, y nos decía; Esto me quita las ganas de arbitrar...
No es justo, y menos, cuando la media de edad de los jugadores que allí se encontraban es de 30 años, vamos, que chiquillos no son, que saben perfectamente lo que se hacen.
Por eso, desde aquí, a todo jugador que lea este artículo, le digo; ten paciencia, no te alteres, sé honesto y piensa, que debajo de esa ropa (algo ridícula sí), hay una persona a la que tienes que respetar y que siente tanto o más que tú, que él sólo trata de hacer su trabajo y hacerlo lo mejor que pueda. Y está sólo, no como tú, que te acompaña un equipo entero y un entrenador para darte apoyo.
Y a los árbitros que lo lean, ¡ánimo! ¡mucho ánimo!
Un saludo.