Tiempos de un killer
Reggie Miller |
El Madison Square Garden está de fiesta. Un cómodo colchón y último cuarto, Patrick Ewing y sus New York Knicks están a punto de conseguir una victoria vital en postemporada contra los Indiana Pacers. Un triple del mejor jugador visitante, Reggie Miller. 16 segundos, los Knicks sacan, pero, inexplicablemente, o quizás hechizados por el delgado jugador de la tierra de Larry Bird, dan un pase a ninguna parte, un jugador de la Gran Manzana en el suelo.
Un día más en la oficina para un guerrero cuya inofensiva delgadez no invitaba a pensar en su verdadera grandeza. Cualquiera hubiera pensado que Reggie se hubiera resignado a vivir a la sombra de su genial hermana, una de las mejores jugadores de la historia, recordando sus años mozos con un balón en California.
Sin embargo, pese a destacar por sus números y porcentajes de acierto en Los Ángeles, el brillante universitario elegido en el draft, iba a escribir su historia en una tierra distinta, alejada de glamour pero con ganas de trabajar, ya que nadie es profeta en su tierra, Miller predicaría su capacidad en los minutos decisivos durante 18 años en Indiana, como capitán del barco de los Pacers.
Y es que en el Conseco Fieldhouse hay un rito que se debe respetar, una tradición, un orgulloso letrero que advierte a quienes allí avanzan, que en el resto de estados…es solamente baloncesto.
Jermaine O´Neal lo sabía, pese a su condición de gran apuesta de la franquicia, no lo dudó, mirando aquel vestuario por primera vez: “Había muchas taquillas libres. Pero yo cogí una pequeñita porque estaba junto a la suya. Aprendí a ser un líder de él”.
Como deliciosamente afirmó Jorge Quiroga en uno de los mejores artículos sobre nuestro protagonista de hoy en este blog que tanto ama el basket, Miller fue una mezcla de héroe y villano. Fue él quien se llevaba las manos al cuello y provocaba con sus mofas a la afición rival, para que sus compañeros pudieran calentar tranquilos.
Especialmente en el Madison Square Garden se transformaba, como han hecho otros mitos, desde Michael Jordan a Kobe Bryant, pasando por Paul Pierce. Miller firmó tremendas actuaciones y sojuzgó a un equipo muy potente, liderado en la cancha por Pat Ewing y en el banquillo por Pat Riley. Larry Brown, por entonces técnico de los Pacers, supo sacar perfectos bloqueos para su exquisito tirador. Andrés Montes, quien se percató del rendimiento del jugador en los momentos de presión hacía la coletilla a partir de mayo: “Tiempo de un killer, tiempo de Reggie Miller”.
Probablemente fuera algo genético, intuición, don de gentes, capacidad de convencer a los demás… Liderazgo. Dio igual, el ejemplo del joven O´Neal solamente era para él, una muesca del revólver, durante casi dos décadas, los Pacers se movieron según lo hiciera el fino escolta.
Nunca se conoció un motín en sus tropas, a pesar de tener entrenadores de la talla de la leyenda de Isaiah Thomas o el mismísimo Larry Bird.
Tampoco la llegada de Ron Artest alteró a aquel individuo que no hubiera podido resistir ni un puñetazo del hoy Bad Boy de Los Ángeles Lakers. De hecho, Artest solamente empezó a postularse como uno de los líderes del vestuario tras la marcha de Reggie.
Precisamente con Larry Bird, protagonizó dos viajes en postemporada memorables. ¿Quién se lo iba a decir a ambos a comienzos de los 90?
Reggie era un novato que osó silbar a Bird mientras éste, pese a su espalda dolorida, lanzaba en la línea. “¿Estás de guasa novato? Soy el mejor tirador de la Liga”. Y la clavó ante un Reggie que no pudo evitar la sonrisa. Años después, todo quedó olvidado y Bird le convirtió en jugador franquicia.
Y es que nadie, jamás ha podido decir que vio a Miller esconderse cuando la situación se complicó. Viene a la memoria uno de los partidos más complicados de 1998, los Pacers pueden ponerse contra las cuerdas si pierden en el Conseco ante Su Majestad Michael Jordan y sus enrrachados Bulls.
Jordan, típico en él, está con el mejor jugador del equipo rival, pero Reggie, confiando en el factor cancha y en que el mito de los Bulls no imagine que alguien sea tan osado, le da un breve pero notable empujón, MJ pierde unas valiosas décimas y la cara del banquillo de los toros es un poema, triple y a casa. 3 a 3.
Fue un año donde nuestro corazón se dividió. Todos éramos de Jordan, pero los Pacers rozaron algo grandioso, como grandes guerreros, murieron con toda la heroicidad requerida en un séptimo partido en Chicago, desafiando hasta el final los designios del mejor jugador del planeta, en una eliminatoria donde Reggie demostró que jamás se arrugaba ante nadie, ni siquiera el mejor oponente le intimidaba.
El otro episodio fue en el 2000, cuando demostró que su medicina también se aplicaba a los más jóvenes como un tal Allen Iverson y volviendo a dejar con el corazón partido a su eterno enemigo-amigo Spike Lee. En frente, los Lakers, Bird y sus Pacers tutearon durante seis encuentros a uno de los mejores equipos angelinos, con Shaq en estado de gracia.
Miller estuvo muy frenado en los dos primeros encuentros y la prensa le atizó, tachándole de borrarse en los partidos importantes. Semejante blasfemia no quedó sin castigo. Su nivel de concentración en los siguientes partidos fue altísimo. En el tercero lideró la victoria, en el cuarto por poco fastidia el partidazo de Bryant y las arterias del Maestro Zen con un triple en la prórroga que se salió y en el quinto, encabezó una locura que acabó con O´Neal y los suyos apalizados, incluyendo un brillante tres más uno. En el sexto, los Pacers lucharon hasta el último cuarto contra la Fiebre Amarilla.
En aquel año, Shaquille O´Neal, el mejor pívot de la época, le señaló como uno de los líderes más influyentes en postemporada. Mucho tiempo después, en el 2005, tras haber disparado todas las alarmas con los incidentes de El Palace, los Pistons y los Pacers se reconciliaban. Era el sexto partido y Detroit pasaba a Final de Conferencia, pero todos querían darse un abrazo con Reggie, que había vuelto, treinteañero, a liderar a Indiana a una victoria contra los Celtics de Paul Pierce.
Final de ciclo brillante, años después, Lakers y Celtics tocarían a su puerta, pero, viejo rockero hasta el final, siguió fiel a los colores, al estilo de vida de Indiana… En el resto de estados, solamente es baloncesto. Para tipos como Reggie Miller, algo más. Ahora, con otro elegante individuo llamado Ray Allen al acecho de su récord, el legado de este killer permanece intacto.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo.
Colaborador de BaloncestoVida.
Un saludo.
Jermaine O´neal y Miller. |
Jermaine O´Neal lo sabía, pese a su condición de gran apuesta de la franquicia, no lo dudó, mirando aquel vestuario por primera vez: “Había muchas taquillas libres. Pero yo cogí una pequeñita porque estaba junto a la suya. Aprendí a ser un líder de él”.
Como deliciosamente afirmó Jorge Quiroga en uno de los mejores artículos sobre nuestro protagonista de hoy en este blog que tanto ama el basket, Miller fue una mezcla de héroe y villano. Fue él quien se llevaba las manos al cuello y provocaba con sus mofas a la afición rival, para que sus compañeros pudieran calentar tranquilos.
Especialmente en el Madison Square Garden se transformaba, como han hecho otros mitos, desde Michael Jordan a Kobe Bryant, pasando por Paul Pierce. Miller firmó tremendas actuaciones y sojuzgó a un equipo muy potente, liderado en la cancha por Pat Ewing y en el banquillo por Pat Riley. Larry Brown, por entonces técnico de los Pacers, supo sacar perfectos bloqueos para su exquisito tirador. Andrés Montes, quien se percató del rendimiento del jugador en los momentos de presión hacía la coletilla a partir de mayo: “Tiempo de un killer, tiempo de Reggie Miller”.
Probablemente fuera algo genético, intuición, don de gentes, capacidad de convencer a los demás… Liderazgo. Dio igual, el ejemplo del joven O´Neal solamente era para él, una muesca del revólver, durante casi dos décadas, los Pacers se movieron según lo hiciera el fino escolta.
Play-offs contra Lakers. |
Tampoco la llegada de Ron Artest alteró a aquel individuo que no hubiera podido resistir ni un puñetazo del hoy Bad Boy de Los Ángeles Lakers. De hecho, Artest solamente empezó a postularse como uno de los líderes del vestuario tras la marcha de Reggie.
Precisamente con Larry Bird, protagonizó dos viajes en postemporada memorables. ¿Quién se lo iba a decir a ambos a comienzos de los 90?
Reggie era un novato que osó silbar a Bird mientras éste, pese a su espalda dolorida, lanzaba en la línea. “¿Estás de guasa novato? Soy el mejor tirador de la Liga”. Y la clavó ante un Reggie que no pudo evitar la sonrisa. Años después, todo quedó olvidado y Bird le convirtió en jugador franquicia.
Y es que nadie, jamás ha podido decir que vio a Miller esconderse cuando la situación se complicó. Viene a la memoria uno de los partidos más complicados de 1998, los Pacers pueden ponerse contra las cuerdas si pierden en el Conseco ante Su Majestad Michael Jordan y sus enrrachados Bulls.
Famoso empujón de Miller a Jordan. |
Fue un año donde nuestro corazón se dividió. Todos éramos de Jordan, pero los Pacers rozaron algo grandioso, como grandes guerreros, murieron con toda la heroicidad requerida en un séptimo partido en Chicago, desafiando hasta el final los designios del mejor jugador del planeta, en una eliminatoria donde Reggie demostró que jamás se arrugaba ante nadie, ni siquiera el mejor oponente le intimidaba.
El otro episodio fue en el 2000, cuando demostró que su medicina también se aplicaba a los más jóvenes como un tal Allen Iverson y volviendo a dejar con el corazón partido a su eterno enemigo-amigo Spike Lee. En frente, los Lakers, Bird y sus Pacers tutearon durante seis encuentros a uno de los mejores equipos angelinos, con Shaq en estado de gracia.
Miller estuvo muy frenado en los dos primeros encuentros y la prensa le atizó, tachándole de borrarse en los partidos importantes. Semejante blasfemia no quedó sin castigo. Su nivel de concentración en los siguientes partidos fue altísimo. En el tercero lideró la victoria, en el cuarto por poco fastidia el partidazo de Bryant y las arterias del Maestro Zen con un triple en la prórroga que se salió y en el quinto, encabezó una locura que acabó con O´Neal y los suyos apalizados, incluyendo un brillante tres más uno. En el sexto, los Pacers lucharon hasta el último cuarto contra la Fiebre Amarilla.
En aquel año, Shaquille O´Neal, el mejor pívot de la época, le señaló como uno de los líderes más influyentes en postemporada. Mucho tiempo después, en el 2005, tras haber disparado todas las alarmas con los incidentes de El Palace, los Pistons y los Pacers se reconciliaban. Era el sexto partido y Detroit pasaba a Final de Conferencia, pero todos querían darse un abrazo con Reggie, que había vuelto, treinteañero, a liderar a Indiana a una victoria contra los Celtics de Paul Pierce.
Final de ciclo brillante, años después, Lakers y Celtics tocarían a su puerta, pero, viejo rockero hasta el final, siguió fiel a los colores, al estilo de vida de Indiana… En el resto de estados, solamente es baloncesto. Para tipos como Reggie Miller, algo más. Ahora, con otro elegante individuo llamado Ray Allen al acecho de su récord, el legado de este killer permanece intacto.
Un artículo de Marcos Rafael Cañas Pelayo.
Colaborador de BaloncestoVida.
Un saludo.
3 comentarios:
Miller era un crack cuando llegaban los playoff. Excelente facultades en el tiro, sabía leer como nadie las ventajas generadas en el juego aprovechando su tiro. Físicamente no era un portento, lo que aumentaba el respto que le tenían los rivales por su capacidad de lanzamiento.
Un saludo
Cuanta razón tienes Óscar... Tú y Andrés Montes por el mote que le adjudicó a este absoluto crack.
Este jugador era puro corazón. Desde luego es una de esas carreras que se deben admirar, pues fue fiel desde su año de rookie hasta su retirada a su equipo y a su ética profesional.
Un saludo!
Ciertamente, como bien dices, un ejemplo en muchas cosas. Increíble que en aquella época tan profesionalizada no quisiera cambiarse de equipo. Inolvidable
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